No hay día en el que no nos llegue de Japón algo que no nos sorprenda, pues bien sea por sus peculiares inventos, por las ocurrencias de su Primer Ministro en el cierre de los Juegos Olímpicos de Río o por su cultura, milenaria y fascinaría a la vez, este archipiélago tiene mil y un anécdotas y sorpresas que contarnos. De hecho, si tiráramos de datos oficiales, nos encontraríamos con rarezas como la que os traigo hoy (al menos visto desde un punto de vista occidental): un sistema de adopciones que da pie a que el 98% de estas las constituyan hombres de 25 a 30 años. Siendo niños únicamente el restante 2%.
Se trata de una situación que se da frecuentemente entre empresarios mayores que “únicamente” han tenido descendencia femenina, lo que atendiendo a las costumbres japonesas, en situación normal haría que el apellido corporativo/familiar quedase relegado a un segundo plano. Algo crítico teniendo en cuenta cómo muchas empresas de este tamaño son valoradas en gran medida por la historia familiar que hay detrás. Es decir, que se tiende a asociar el negocio a un linaje concreto que no cambia por generaciones. Un hecho que pone de manifiesto, una vez más, la falocracia imperante en el país nipón.
Ahora bien, este tipo de adopciones también se dan en aquellos casos en los que el heredero (masculino) “no está a la altura” de las circunstancias, siendo un claro ejemplo lo sucedido en el seno de la conocida compañía automovilística Suzuki. Osamu Suzuki, máximo responsable de la corporación, aún teniendo un hijo varón, determinó adoptar al marido de su hija para que se hiciese cargo de las riendas de la empresa. No obstante este falleció a causa de un cáncer y el señor Suzuki “no tuvo más remedio” que volver a la presidencia. De hecho él mismo fue adoptado en su momento por Michio Suzuki, fundador de la marca y suegro. Una situación frecuente entre las clases pudientes de la sociedad japonesa que también se ha dado en el núcleo de compañías familiares como Canon o Toyota.
Costumbre que viene de largo, pues fue normalizada en la época del Shogunato Tokugawa (entre 1600 y 1868). Un periodo en el que este tipo de adopciones tenían la finalidad de conservar la propiedad unificada de las tierras y la identidad de los clanes, tratando así de mantener vivo el latifundismo propio de la aristocracia de la época y su consecuente poder. Con el tiempo, y con la industrialización del país, la costumbre se extendería a los sectores secundario y de servicios; llegando a nuestros días en plena forma y con todo un ecosistema alrededor. Sí, así es; de hecho incluso hay páginas web especializadas en búsquedas de este tipo (a modo de portal de trabajo).
Mi mujer es japonesa, si yo quisiese vivir en Japón porque me caso con ella la forma más fácil y rápida de hacerlo es que su familia me adopte.
Hola Rafa
En este punto la cosa no es tan sencilla, pues interviene también la política migratoria japonesa, que de por si es un tanto reticente con la integración de foráneos.
Un saludo y gracias por tu comentario
Ese sistema no debería sorprendernos en occidente, ya que aquí, se da la unión por matrimonio para conservar fortunas familiares y que no se diseminen, o , antiguamente los enlaces forzados para unir reinos, condados, etc.
No somos tan diferentes. El pensamiento humano es igual en todas partes.
Hola Braulio
La diferencia está en el concepto de adopción, mas no en la unión como tal para salvaguardar un interés económico. No obstante tienes razón en que antiguamente en Occidente si había cosas por el estilo. De hecho en Roma se utilizaba esta técnica de manera calcada (algunos emperadores romanos fueron adoptados).
Un saludo y gracias por tu comentario