Si bien Navidad es el 25 de diciembre, en mercadotécnica comienza mucho antes y finaliza cuando los reyes magos ya se han ido de vacaciones tras una ardua tarea repartiendo juguetes chinos a niños de todo el mundo. La Navidad es un periodo de consumismo desenfrenado donde cada detalle es tenido en cuenta por parte del merchandising y donde cada estímulo está enfocado a un objetivo: vender.
¿Alguna vez te has parado a pensar el porqué de que los comercios estén llenos de luces, villancicos, colores vivos y una falsa calidez en el ambiente? ¡Ha llegado Navidad! No, se está recurriendo a técnicas similares a las empleadas en salones de juegos y casinos para fomentar el consumo sin miramientos (pero ahora de manera más turbia: condicionando a niños). El cúmulo de estímulos provoca que el cerebro no sea capaz de discernir correctamente la necesidad de lo impulsivo, y funciona. Te ves metido en una nube de productos bonitos, mensajes aludiendo a lo feliz que será tu hijo con el nuevo muñeco que caga y baila, fotos de falsas familias sonriendo mientras descubren la nueva fragancia del famosillo de turno, etc. Cuidado con la concentración de estímulos en lugares diseñados para ello, porque funcionan.
¿No puedes pagar la nueva Play 5 porque si no te quedas sin comer estas fiestas? No hay problema, las financieras te harán el favor de prestarte un dinero por un módico TAE que podrás devolver en cómodos plazos. ¿Qué más da si, pagando únicamente 50 euritos al mes, tu hijo podrá «ser feliz» con la nueva videoconsola de turno? Los comercios hacen uso de esta técnica para vender más y/o vender productos de elevado coste. Juntamos el entorno viciado del que te hablaba antes con la posibilidad de llevarte la Play ahí mismo a casa y tenemos la receta perfecta: conveniencia, enajenación mental y dinero fácil.
Financiar no es malo per se, y todos lo hemos hecho cuando lo hemos necesitado; pero hacerlo de manera no racional, pagando una tasa de interés probablemente desmesurada, y encima por un producto que no favorecerá al niño en ningún aspecto, no es una buena decisión; especialmente teniendo en cuenta que probablemente ni valore el esfuerzo que hay detrás.
Y todo esto por no hablar de los famosos catálogos de compras de las jugueteras. ¿Se te ocurre algo más aberrante que darle al niño el catálogo de Toys «R» Us para que escoja los regalos él mismo? Las comercializadoras de juguetería diseñan folletos con textos, colores y recursos llamativos para condicionar la mente de los más pequeños. “Papá, para Papa Noel quiero esto o lo otro”. Para los padres todo bien, les quitan el problema de tener que pensar qué será lo más adecuado para sus vástagos y estos, tan «felices» (falsa felicidad). ¡Que se ocupe una fábrica de juguetes de plástico de Shenzhen, que ellos saben mejor qué les conviene a tus hijos.
Cuando nos vemos obligados a regalar lo último, lo más costoso o lo que esté a la moda, tenemos un problema. Son fechas de concordia y amor, donde esto debería prevalecer y ser visto como el verdadero regalo. Da amor a tus hijos, cédeles tiempo, enséñales a disfrutar de sus abuelos, dales un abrazo y muestrales que el valor de la Navidad no está en El Corte Inglés, sino en el hogar.
Piensa y no te dejes influir por campañas de marketing. Más vale una caja de lápices, un beso y un abrazo que un iphone a plazos y un espíritu vacío. Cuida de tus hijos, cuida de tí y no te dejes engañar en estas fiestas.
Felices fiestas. Firmado: el Grinch.